Abbas Kiarostami


Teherán y Bogotá comparten ciertos aspectos en su paisaje urbano. La amplitud de la ciudad marginal hecha con casas bajas de ladrillos, placas prefabricadas y latón y cartones para los más miserables. En mi mente tiene su barrio La Estrada, su propia Ciudad Bolívar, su propio barrio La Gaitana, allí la inhóspita pobreza se acumula y solo se equipara a la creatividad intrínseca y tenaz de sus habitantes. Hay grupos de punk, grupos de rock, compañías de teatro, mujeres haciendo cine con cámaras caseras y teléfonos celulares. En Bogotá aquellos artistas que se salen un poco de la norma y transmiten mensajes radicales son censurados por las Águilas Negras, las Bacrim, o algún policía vestido de civil infiltrado en una manifestación. Los censuran con panfletos anónimos y aquellos se arriesgan a seguir hablando, la mayoría de las veces. En Irán el gobierno tiene un Ministerio de la Censura que les prohibe expresar sus ideas sinceras y radicales y si aquellos insisten, los meten en la cárcel. Muchos se arriesgan a seguir hablando.
La censura es algo milenario en el Islam. La prohibición expresa de producir imágenes del Creador llevó a sus artistas a la abstracción más refinada del medio oriente. Sus mezquitas y madrasas están decoradas con azulejos que evocan mandalas tridimensionales, cada una de las baldosas es una expresión de la creación y todas juntas describen la grandeza del mundo creado por Allah, la grandeza del universo. Uno entra en una iglesia católica y ve a los santos con sus expresiones de sufrimiento vacío. Entras en una mezquita y el fulgor fractal de la creación baila con la luz.
Esa costumbre de trabajar bajo la presión de la censura ha llevado a sus artistas a contar historias de un refinamiento extremo. El cine Iraní es único en el mundo, porque utiliza un lenguaje en sus guiones que maneja hiperestructuras bastante sutiles, con elementos muy simples en sus historias. Los cineastas iraníes utilizan lo que se podría llamar metalenguaje, y en cuanto uno se familiariza con lo intrincado de los mosaicos de sus mezquitas comprende la complejidad maravillosa de sus guiones.
A los Iraníes les gusta darle la vuelta al lenguaje cinematográfico. Te cuentan la historia real de un granuja que se hace pasar por director de cine y estafa a una familia acomodada, ¡con los personajes verdaderos del suceso! (Close Up). Abbas Kiarostami es su director. Los que le conocemos hemos viajado por decenas de experiencias que van desde el amor adolescente hasta el suicidio, o historias sinceras de mujeres que luchan por romper el mundo anquilosado y estricto del régimen islámico. El mundo rural y auténtico, historias simples de seres humildes. Artista sin miedo, usó los medios visuales y de producción más económicos, porque sus guiones mantienen su riqueza gracias a ese metalenguaje que te cuenta todas las dimensiones de una historia.
Murió Abbas ‪#‎Kiarostami‬, su cine vive por siempre