En 1932 Luis Buñuel proyecta su película Las Hurdes, Tierra sin Pan, que fue filmada en una de las regiones más pobres de España en aquella época, en Extremadura. En 1950 proyecta en México Los Olvidados. Ambas obras revelan el lado oscuro de la sociedad, que se empeña en fanatizar las bondades de sí misma y ocultar sus miserias. En Los Olvidados, obra de ficción con un gran componente documental, Buñuel narra la vida de unos niños que viven en un tugurio a las afueras de Ciudad de México, niños y niñas a los que no les queda más esperanza que un mendrugo de pan. Lo que se relata en el film no se diferencia mucho del mejor estilo de la Novela Picaresca española. Parece que la vida para muchos niños no ha cambiado mucho desde el siglo diecisiete. Al contrario, puede que sea peor.
Hace unos veinte años trabajaba en mis tiempos libres de la universidad en la empresa de mi padre. El trabajo que hacíamos en la bodega lo hacía de mala gana, renegando. Envasaba mineral rojo amarillo y azul y también grafito en bolsas, llenaba botellitas de pegante boxer y luego las empacábamos en cajas que se distribuían en ferreterías de barrios humildes de Bogotá. Las travesías que hacíamos para repartir estos materiales nos llevaban hasta los confines de la ciudad. Llegábamos al sitio donde comenzaba el páramo. Ciudad Bolívar hace parte de lo que un amigo llamaba en esa época "la plancha de cemento": La extensión indiscriminada de cemento y ladrillo a lo largo de la sabana de Bogotá. Esas travesías me gustaban mucho. Íbamos de ferretería en ferretería repartiendo la mercancía y entretanto iba mirando por la ventana las miles de construcciones precarias que se iban apoderando de las faldas de las montañas que rodean el oriente de Bogotá. En aquella época para ninguno de nosotros era palpable algún síntoma de inseguridad o violencia en la zona. Barrios pobres pero bastante activos, la gente nos recibía con naturalidad y no se notaban asomos de intolerancia. Algunas veces íbamos al final de las calles para llegar a entornos rurales en los que los campesinos iban envueltos en ruanas para protegerse de la niebla que les caía encima.
Este año he vuelto con mi hermano, que trabaja en la zona, con colegios distritales. La extensión del territorio debió sobrepasar hace mucho el sitio donde mi amigo y yo, hace veinte años, fuimos envueltos por la densa neblina que nos quitaba la vista distante de la ciudad. Ahora no hay neblina. El cambio del entorno provocado por la urbanización desordenada ha dejado un paisaje seco en el que un solo color predomina: el ladrillo. Los escombros de construcciones que no fueron a ninguna parte caen por las colinas, el olor a basura quemada llega desde las quebradas en los sectores más miserables.
Esta vez mi hermano me llevó por barrios a las que nunca se había a atrevido a ir, donde incluso el transporte público no llega. Una moto nos sigue, y a pesar de ir muy despacio, va por un buen rato detrás de nosotros sin sobrepasarnos. Nos detenemos y el tipo gira súbitamente para bajar por una cuesta. Cuando llegamos al final geográfico de la calle, no nos encontramos con el confín de una ciudad, el páramo se ha ido, nos encontramos con un potrero seco. Nos damos la vuelta y seguimos recorriendo las calles en las que parece que no existió un mínimo de planificación urbanística, donde cada cual puso una plancha de concreto delante de su casa para marcar los nuevos límites de la ciudad: hasta aquí llega la calle. Cuando algún nuevo vecino llegaba a construir su vivienda, ponía una nueva plancha de cemento y el límite de la ciudad se ensanchaba. Las placas tectónicas de la pobreza se mueven unos cuantos metros al año.
Ciudad Bolívar es el reducto no solamente del pobre, sino del miserable. El pobre y el miserable de la costa, el pobre y el miserable del Urabá, el pobre y el miserable del Caquetá, de Córdoba. Ciudad Bolívar es el crisol de la miseria que ha provocado la guerra. La desigualdad centenaria, el desplazamiento forzado. Allí llegan los menos que nadie, los que perdieron o les hicieron perder la esperanza en su tierra natal. Cuántos millones de desplazados de manera forzada en Colombia viven en Ciudad bolívar? A nuestros gobernantes no les importan estos nadie, al fin y al cabo aquellos han llegado allí "porque quieren". Quizá por esa misma razón solamente se hace obra pública en los barrios de gente bien y en los barrios de la gente que les vota, no va y sea que de repente empiecen a votar a otro que no sea de su mismo séquito.
Afortunadamente, la vida allí se empeña. A horas normales se puede estar tranquilamente y tomarse un tintico en el Puente del Indio, un acueducto que se dice tiene más de cien años, mientras los niños van de un lado para otro, los vendedores ambulantes venden pulseritas o galguerías, los comerciantes y sus empleados mueven sus negocios con vitalidad. Hay bastantes colegios distritales, muchos estudiantes, hospitales de primer orden cuyas construcciones modernas contrastan con el diseño primitivo y tosco de las viviendas a su alrededor. Bastante obra pública se está haciendo en los últimos años, para el pesar de la gente del norte que no ve avance en sus calles donde no pasa nada. Sin embargo, por mucha obra pública que se haga, faltan muchos años de trabajo (que compensen el olvido de los gobernantes) para que Ciudad Bolívar sea un lugar digno para todos sus habitantes.
Muchas gracias a mi hermano Oscar y a mi padre por mostrarme este lugar
documental sobre Ciudad Bolívar: https://www.youtube.com/watch?v=9lmErhFFyro
http://www.ciudadbolivar.gov.co/index.php/mi-localidad/conociendo-mi-localidad/historia-de-ciudad-bolivar